No se llama Jeidi, pero así le dicen porque vive sola con su abuelo en la punta del cerro. Es 1986, al campo están llegando los videoclubes y los niños ven Terminator y van a pescar al estero. Jeidi parece vivir en un planeta paralelo donde se comunica con un Dios extraño, caprichoso y malas pulgas. Y lo que ocurra con esta niña santa, huérfana y no muy pilla va a cambiar el destino de su pueblo, o quizás solo el suyo.
Obra que representa una de las formas estéticas vigentes en la literatura chilena contemporánea, mostrando cómo el proyecto moderno y posmoderno deja de lado ciertas formas de vida que podríamos percibir como periféricas
Chile
160
14 x 18 cm
Rústica